martes, 1 de agosto de 2017

Fidel sobre Estados Unidos, la democratización de Cuba y una perestroika cubana

Reblogueado desde La pupila insomne



Beatriz Pagés.-  Ya me ha dicho usted de alguna manera, que la unidad de Cuba es necesaria frente al imperialismo norteamericano; sin embargo, quizás para ampliar un poco el aspecto de la democracia, quisiera preguntarle si considera que la constante agresión de Estados Unidos sobre Cuba ha impedido que el proceso de democratización en la isla sea más acelerado y más profundo.  No sé si de alguna manera...

Fidel Castro.-  Creo que no debo aceptar la premisa de que el proceso podría ser más acelerado o que el proceso sería más profundo.

Creo que la Revolución constituyó un proceso acelerado de democratización por sí misma frente a lo que existía en nuestro país y fue un proceso muy profundo, de modo tal que nosotros no consideramos que estamos entre las perspectivas de algo acelerado que esté impidiendo Estados Unidos; más bien diría que Estados Unidos no pudo impedir ese proceso acelerado y profundo que significó la Revolución.

Estados Unidos puede influir en las formas mediante las cuales nosotros llevamos a cabo nuestro proceso democrático, puede influir en las formas —es decir, cobra vital importancia en esta lucha la unidad—, eso está determinado por un factor externo en un grado más alto de lo que tendría si nosotros no tuviéramos esas amenazas, entonces tu podrías decir:  “Señores, esto no es vital.  

¿Quieren examinar otras formas de organización?  Bueno, podíamos crear otras formas de organización.”  Pero hay una premisa de la que tú partes:  esta arma, este instrumento, en este momento histórico, en esta coyuntura que no se sabe lo que puede durar, es un arma a la que no puede renunciarse.  Ese es un principio.  En ese sentido influye, pero no creo que otro proceso tenga que ser, necesariamente, más democrático o más profundo.

Realmente veo el espectáculo de lo que ocurre en algunos países que tienen 100 partidos, 120.  No creo que se puede idealizar eso como forma de gobierno, no se puede idealizar eso como democracia, esa es la locura; esa es una manifestación de enajenación.  Cada vez que aparece un caudillito y cada vez que aparece un demagogo cualquiera, organiza un partido y tienen 100 partidos.  Yo quiero que tú me digas si un país del Tercer Mundo se puede hoy organizar y desarrollar con 100 partidos, si eso conduce a alguna fórmula saludable.

Si vamos a analizar la historia de América Latina, las pautas que trazó Bolívar no fueron esas.  
Bolívar tenía un pensamiento como el martiano; tenía mucha conciencia de los atrasos políticos de nuestras sociedades, de la ignorancia de nuestras sociedades, que vivieron bajo siglos de colonialismo y de muchos factores que impedían el desarrollo.  Bolívar no solo fue partidario de la unidad entre las naciones latinoamericanas, fue partidario de un nivel de centralismo alto como requisito para llevar a cabo la guerra de independencia, la integración y el desarrollo de Latinoamérica.  Nunca habló de partidos, más bien se quejaba de las facciones que existían y estorbaban el proceso de la lucha de independencia, y de las facciones que estorbaban el desarrollo y la integración de América Latina; eso estaba en el pensamiento bolivariano, incluso en determinadas instituciones.  Él hizo una constitución para Bolivia, cuando Sucre estaba de presidente en ese país, introdujo en ella una serie de ideas.  Él era republicano por encima de todo, rechazó sugerencias monárquicas y proposiciones de ese tipo; fue muy firme en eso, de una firmeza conmovedora, impresionante y sabia.
San Martín tenía la idea de una monarquía en Suramérica que incluyera a Perú, Chile, Argentina.  No creía ni siquiera que la forma republicana fuera adecuada, de tal forma desconfiaba de las realidades del hemisferio.

Estoy seguro que Martí, Bolívar, Juárez, y otros se quedarían horrorizados con el espectáculo que hoy se observa en muchos de nuestros países latinoamericanos, la desorganización, la división, el caos.
Bolívar era contrario a copiar las instituciones europeas, y era contrario a copiar las instituciones de Estados Unidos, como forma de gobierno; se correspondían a otra mentalidad, a otra idiosincrasia, a otras sociedades, a otra época.  Y muchos de nuestros más ilustres pensadores criticaron la forma en que aquí quisieron copiar y transferir, hacer ese trasplante de instituciones políticas que no se ajustaban a nuestras realidades.  ¿Qué han resuelto?  ¿Qué ha resuelto América Latina?  Cuando se van a cumplir casi 200 años del inicio de las luchas de independencia en América Latina, cuando faltan solo 20 años para llegar al bicentenario de la proclamación de la primera independencia en Venezuela, en 1811, con aquellos sueños bolivarianos de unidad y de integración, ¿qué ha quedado de todo aquello, qué tenemos hoy?  ¿Qué somos al lado de las grandes comunidades:  Japón, Europa, Estados Unidos?  ¿Qué somos los latinoamericanos, qué porvenir nos espera?
Que se lea la historia.  Creo que hay que estudiar un poco más de historia de América Latina para saber si aquellos injertos triunfaron, y si copiando modelos nosotros íbamos realmente a alcanzar el desarrollo.

Nos dividieron y nos mantuvieron divididos.  Como continente nos mantuvieron balcanizados, divididos en un montón de países pequeños y débiles; y como países, a cada uno de nosotros nos mantuvieron divididos también, fomentaron toda forma de división.

Usted ve que en América Latina no hay ni siquiera programa de gobierno que dure más de cuatro o cinco años en ninguna parte, ni aun allí donde el mismo partido sigue en el gobierno.  Sigue el mismo partido, pero cambió el líder y cambió el programa, cada nuevo dirigente se consideró en el deber de hacer cosas diferentes a las que hacía el anterior.

En algunos lugares como México, ese período es más largo, en otro dura cinco años, en otro dura cuatro años.  Eso no ocurre ni en la Europa desarrollada y estable.  En Inglaterra la Thatcher ha estado 11 años, podía haber estado 15, 20 años.  Felipe lleva un número de años.  Hay distintos líderes políticos en esas circunstancias.  En Europa son un poco más racionales, porque promueven la posibilidad de la continuidad de un programa o de una política; pero nosotros hemos venido a copiar las peores experiencias.

Yo no sé en qué república de estas de Europa del este, donde hubo no los cambios, sino la debacle, se organizaron 150 partidos, ¡doscientos partidos!  Si eso es progreso, entonces la locura debe ser una de las formas más saludables de vida y una de las formas más felices para el hombre, porque todo eso es una locura.

Muchas veces partimos de ciertas premisas, que no son ni siquiera lógicas, aplicables a determinadas 
condiciones.

Ahora, ¿qué ocurre?  La última pregunta que tú me hiciste.

Beatriz Pagés.-  Si consideraba usted que la constante agresión de Estados Unidos sobre Cuba, ha detenido el proceso de democratización en la isla.  Esa ya me la respondió. 

Ahora yo quería preguntarle: si en un momento dado Fidel Castro —fantaseemos un poco nada más— decide implantar la perestroika en Cuba, ¿en ese momento terminaría la agresión de Estados Unidos hacia la isla?

Fidel Castro.-  En primer lugar, Fidel Castro no podría implantar la perestroika en Cuba, porque Fidel Castro unipersonalmente no puede tomar una decisión estratégica de esa trascendencia.

En segundo lugar, si tú me pides mi opinión personal, nosotros no tenemos por qué venir y copiar lo que hicieron en la Unión Soviética, somos dos países distintos, dos mentalidades distintas, dos idiosincrasias distintas.  Respeto mucho a los soviéticos y les tengo cariño, pero aquel es un Estado multinacional y nosotros no somos un Estado multinacional.  En aquel país tuvieron lugar fenómenos históricos que aquí no se han dado.  El fenómeno del stalinismo no se dio aquí; no se conoció nunca en nuestro país un fenómeno de esa naturaleza de abuso de poder, de autoridad, de culto a la personalidad, de estatuas, etcétera; eso no se ha conocido aquí.  Nosotros no tenemos por qué rectificar en Cuba errores que se cometieron en otras partes.  Aquí no hubo colectivización forzosa de la tierra, ese fenómeno nunca se dio en nuestro país, nosotros no tenemos por qué rectificar fenómenos que no existieron.

En nuestro país se hicieron las cosas de una manera, a nuestra manera.  Cometimos nuestros errores, pero nosotros no tenemos por qué y es de género tonto que vengamos a rectificar errores históricos cometidos en la Unión Soviética, son dos historias diferentes.

Ya habíamos cometido algunos errores en copiar, y ya teníamos suficiente conciencia de que mientras menos se copie, mejor.  Yo, personalmente, no he sido jamás copista, mi carácter es alérgico a la copia, pero sí se desarrollaron tendencias copistas en nuestro país, tendencias a copiar de otros países socialistas, porque esos son fenómenos que se dan en las revoluciones:  Bueno, tal país hizo la primera revolución, tiene más experiencia, más cosas.

Nosotros hemos tenido que rectificar copias que hicimos de manera incorrecta en algunas cosas —me refiero a copias de tipo institucional, ¿no?, acerca del método en que se hace la planificación, acerca del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, algunas de esas cosas—; pero nosotros, en mi criterio, no teníamos por qué hacer aquí un tipo de reformas, un tipo de cambio o un tipo de rectificaciones que no se ajustaran a nuestras realidades.  Nosotros, antes de que se hablara de perestroika, habíamos hablado de rectificación de errores y tendencias negativas cometidos en distintos aspectos, sobre todo en el plano económico, pero también de errores y tendencias negativas, que veníamos combatiendo por nuestra cuenta.  Ese es nuestro proceso, que no tiene nada que ver con aquel proceso.

Desde luego, si nosotros hacemos lo que han hecho en la Unión Soviética los yankis estarían felices, porque, de hecho, los soviéticos prácticamente se han autodestruido.  Si nosotros nos autodestruimos, los yankis estarían felices; si nosotros nos dividimos en 10 fracciones y empieza aquí una pugna por el poder tremenda, entonces los yankis se sentirían las gentes más felices del mundo y dirían:  Ya nos vamos a liberar de la Revolución Cubana.  Pero nosotros no nos vamos a autodestruir, eso debe quedar muy claro.  Si nosotros nos dedicamos a hacer reformas de ese tipo que no tienen nada que ver con las condiciones de Cuba, nos estaríamos autodestruyendo.


La historia tendrá que decir la última palabra, porque ahora muchos estamos sufriendo las consecuencias de lo que ocurre hoy en la Unión Soviética, esa es una cosa muy clara.  En respuesta concreta a tu pregunta, si nosotros iniciamos un proceso de autodestrucción, si nos ponemos a realizar reformas que no tienen nada que ver con nuestra historia y con nuestros errores, los yankis serían felices.

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