viernes, 5 de enero de 2018

¿Dónde está el Rubicón cubano?

Por Iroel Sánchez - Reblogueado desde La pupila insomne -

Inmediatamente después del discurso del Presidente cubano Raúl Castro el pasado 21 de diciembre ante la Asamblea Nacional, medios de comunicación del mundo entero convirtieron  unánimemente en noticia algo que no lo era: “En 2018 Cuba tendrá un nuevo Presidente”.


No hay novedad alguna. Reiteradamente, desde su asunción como Presidente del Estado y el Gobierno, Raúl ha venido repitiendo su intención de limitarse en las responsabilidades que ocupa a los dos mandatos que propuso para los principales cargos del país, y él fue electo como Presidente los Consejos de Estado y de Ministros en 2008. Pero como antes sucedió con Fidel, se insiste en construir una expectativa que ate la supervivencia de la Revolución cubana a la permanencia en el poder de miembros de la generación que protagonizó su triunfo. Sólo hay que conocer lo sucedido con otros plazos (fin de la URSS, salida de Fidel de la dirección del país…) para suponer con bastante exactitud que esta vez los anunciantes de la debacle volverán a tener que esperar.

Eso no significa que no existan desafíos para la continuidad de la Revolución, e incluso que estos no hayan sido tratados en el mismo discurso donde la gran prensa internacional encontró su titular. Hay un Rubicón cubano pero es otro, consiste en poner en su lugar la relación entre el aporte a la sociedad y la retribución que por ello se recibe, resumido por Raúl en ese discurso como poner de pie

“la injusta pirámide invertida, donde a mayor responsabilidad se recibe una menor retribución y no todos los ciudadanos aptos se sienten motivados a trabajar legalmente, al tiempo que se desestimula la promoción a cargos superiores de los mejores y más capacitados trabajadores y cuadros, algunos de los cuales emigran al sector no estatal.”

Factor esencial para ello es terminar con la dualidad monetaria y cambiaria que, como se explicó en esa misma intervención, junto a la existencia de subsidios recibidos por quienes no los necesitan y las subsecuentes distorsiones en precios mayoristas y minoristas y en las pensiones y los salarios del sector estatal de la economía, ha creado una situación que a finales de 2005 era descrita por Fidel en una frase lapidaria: “en este país el que mejor vive es el que menos trabaja”. Cambiar las causas de esa situación es el verdadero Rubicón cubano, cuyo cruce en palabras de Raúl en la misma Asamblea Nacional del 21 de diciembre “nos ha tomado demasiado tiempo y no puede dilatarse más su solución.”

Hay otra ¿idea? repetida hasta la saciedad en las lecturas de la última Asamblea Nacional: “qué mal está la economía cubana”, porque creció menos que otros países de América Latina, aunque el crecimiento económico promedio de la región en 2017 es 1,3% y el de Cuba 1,6%. A ella opongo lo que me dijera la destacada economista de OXFAM Rosa Cañete a propósito del crecimiento:

“El crecimiento  es un medio, no un fin en sí mismo, no es un objetivo final, por lo tanto funciona cuando colabora con la satisfacción de las necesidades de la sociedad. El crecimiento puede no respetar al medio ambiente, ni los derechos de las mujeres, o basarse en la explotación de los derechos económicos y sociales de los trabajadores y las trabajadoras. El crecimiento sirve cuando permite garantizar derechos y muy a menudo no ha estado ocurriendo así en América Latina.”


Por supuesto, que la economía cubana necesita acabar de sistematizar ritmos de crecimiento más altos pero no como “ha venido ocurriendo en América Latina”. Viendo cómo le va a algunos países que crecen más que Cuba (Argentina, Perú, Honduras, Paraguay, Guatemala…) pareciera que Rosa Cañete debería ser más escuchada. Cuba garantiza derechos allí inimaginables pero es cierto que para que sean mejor y más equitativamente disfrutados debe cruzar su Rubicón, y a juzgar por lo que ha dicho su Presidente, lo cruzará.

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